España es la ostia. Bueno, según los puretas, la hostia. Tenemos un patrimonio arquitectónico que si bien fue esquilmado por los franceses en la Guerra de la Independencia en 1808-1814 y por la última guerra civil, de 1936-39, sigue siendo inmenso. Pues ahí lo tenemos, cayéndose. Para qué vamos a pagar a paisajistas que lo pongamn en valor. Para qué consolidar las torres de las viejas murallas, si se pueden caer de manera gratuita. Y por otra parte, para qué abrir al público la excavaciones arqueológicas que pagamos entre todos y que de hecho ya se pueden visitar porque nos hemos gastado todos una pasta en habilitar pasarelas muy monas de diseño eso sí, pero para ver de lejos.
Hoy he visitado Medina Sidonia, un pueblecito de los más antiguos de España, con orígenes fenicios (Sidón, ciudad de la costa fenicia, hoy israelita). Después de arrearme un kilo de vaca de la zona en forma de chuletón y bien regado con algún caldo de cuyo nombre no me acuerdo, he intentado visitar el castillo que corona el pueblo. Y cuál no ha sido mi sorpresa al encontrarme con que en pleno mes de agosto y una tarde de domingo, el recinto arqueológico estaba cerrado. No hablamos de las delicadas excavaciones de Atapuerca, sino de una fortaleza de piedra. Una fortaleza que yo he visto excavar con bulldozers, es decir, que la delicadeza campa por otros lares. Y la ciencia también.
Hay crisis. Pero resulta que no se crean puestos de trabajo tan fáciles como el de cobrador de entradas de recinto arqueológico. O el de guía turístico. Será que por aquí ya se ha conseguido el pleno empleo. Ellos verán. Yo no, porque no me han dejado.