Veamos: debo entrar en la clase y realizar una serie de juegos preliminares. Que si hacer entrar a todos dentro del aula, que si vigilar que se sitúen en su sitio, que si estar atento a que su lugar de trabajo esté limpio y preparado, que si animarles a sacar todo el material y ponerlo sobre la mesa.
Una vez he comprobado que todo parece estar correcto, debo entablar una comunicación visual con ellos. Y llamarles por su nombre. Esto hace que el lazo sea más íntimo y su atención cada vez esté más centrada en mi.
Y en este punto ya comienza la danza de apareamiento...mental. Tiza en mano (instrumento de poder fálico) trazo sobre la pizarra, demostrando mi conocimiento de la materia en cuestión. Tras una serie de giros concatenados sobre mi mismo (siempre manteniendo el contacto visual) y unos movimientos de brazos con los que atraigo hacia mi sus mentes, comenzamos a entrar en faena. Sus miradas empiezan a ser diferentes. Estoy haciéndolo bien, sigo, sigo. Pupilas dilatadas, ojos brillantes, movimientos espasmódicos de las manos aferradas a los lapiceros que se afanan por seguir el ritmo de mi voz con su escritura...De repente, cambio de postura, buscando la parte de detrás...de la clase. Los del fondo también existen, también hay para ellos. No están cómodos con ese cambio de postura, pero a mi me gusta, porque se revuelven, giran la cabeza intentando el contacto visual, pero no lo logran...ahora mando yo, me siento poderoso. Impongo mi ritmo. Continúo así tres o cuatro minutos más, y siento que ya no voy a poder aguantar mucho más. Vuelvo a cambiar de situación, ahora de frente a ellos. Busco afanoso una mirada...y allí está, está levantando la mano, no puede más, y...ah, sí, eso es, ha logrado llegar al final del ejercicio...está exhausta, pero contenta, porque sabe que eso hace que yo no me contenga y me deje llevar también por la emoción: oh, por fin, he alcanzado mi objetivo tan buscado, me ha comprendido, me he explicado, se lo he dado todo, ella lo ha tomado para sí y finalmente hemos compartido un momento sublime.
Por eso, yo creo que en realidad los profesores hacemos actos de apareamiento mental. Nuestra misión es excitar poco a poco, siguiendo el ritmo del usuario, conseguir que ese usuario alcance un buen orgasmo (en mi caso, mental, cuando aprende algo nuevo) y que le queden ganas para repetir al día siguiente.
O no.
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